Una historia del norte argentino, una historia del mundo

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Foto de una tarde con niños y niñas de pueblos originarios trabajando en lectoescritura.

Soy Mercedes, soy argentina. Hace unos meses pasé un tiempo trabajando en el norte de mi país, en una región llamada Chaco Salteño. Es una región con un alto índice de desnutrición, con casi nula accesibilidad al agua segura y con una confluencia de distintas comunidades originarias. Escribo intentando poner voz a situaciones de las que soy testigo. Intento transformar el mundo.

Esa tarde se acercó una niña y me dijo desconcertada y dolida “No estoy”. Le afirmé que sí estaba, que yo la estaba viendo. Me señaló las letras sobre la mesa. Buscamos la letra de su nombre, efectivamente no estaba. Me preocupé e inmediatamente me lo desestimé y me pensé exagerada.

Dibujamos y pintamos la letra en ese mismo momento, mucho mucho más grande que las otras. Después buscamos las demás letras y escribimos su nombre. Recuerdo que se lo leí alargando el sonido y señalándole cada letra y cuando terminé aplaudió y se rió. Me miró y me dijo “Ahora sí estoy”.

La identidad se va construyendo en el intercambio con un otro. Psicología básica. Hoy me acordé y me quedé reviviendo el momento. Comprendí su dolor, y entendí porque yo también me incomodé tanto. Si a mí me duele cuando me niegan, cuando siento rechazo o indiferencia, ¿Cómo no va a doler a los cuatro años? Mejor dicho, ¿Cómo no va a tambalear toda la construcción que ella tenía de sí misma al no estar el elemento al que ella estaba identificada?

Yo sé que una letra no es mi identidad, y que si una persona es indiferente conmigo, sigo existiendo y sigo siendo reconocida y mirada por otras personas. Pero para ella, su autopercepción, su “yo en construcción” estaba agarrado fuertemente a su nombre, específicamente a una letra.

Esta letra en ese momento decidía si ella estaba o no, si ella era o no era. Y yo tenía un tarro lleno de letras y números y me faltaba una letra, y ella entendió que faltaba ella. Tengo una gran cuota de enojo y de culpa por la letra que me olvidé, por suerte siento eso. Sigo pensándolo y se me mezclan todos los marcos teóricos pero principalmente no me deja de conmover. Nuestra identidad está atada a un par de palitos y fundada (y en eterna construcción y deconstrucción) en algunos espejos y miradas. Y hay otras identidades que no tuvieron ni tienen tantos palitos, ni espejos en donde mirarse y encontrarse, ni miradas que le asientan con la cabeza, que le afirmen su existencia, su presencia. Psicológicamente lo comprendo, pero políticamente me sigue erizando la piel y abriendo preguntas.

¿Cómo se habla de desarrollo sin pensar en las construcciones de la identidad? ¿Dentro de los derechos vulnerados, se piensan las limitaciones en las posibilidades de despliegue de la identidad? ¿del autoestima? ¿Cómo se lo puede pensar intrascendente cuando la construcción identitaria es base para todas las construcciones futuras (vínculos sexoafectivos, decisiones laborales)? ¿Cuántas cosas hacemos o no hacemos que niegan la existencia de un otrx? ¿De cuántas y de cuales de ellas no nos damos cuenta? ¿Cómo se milita un mundo que despliegue posibilidades identitarias? ¿Cómo hacemos para que esta niña se sepa ella aunque no la estén teniendo en cuenta?

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