Repensando la crisis

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Pintura de Frida Kahlo con cubrebocas

El mundo ha estado lleno de cambios desde hace unos meses, una enfermedad que todos veíamos muy lejana ha dejado en entredicho la capacidad de acción de los gobiernos más importantes del mundo, los aeropuertos como las fronteras se cerraron, la comunicación es por medio de pantallas, los besos y abrazos se convirtieron en armas, y por primera ocasión lo mejor que puedes hacer con tus seres queridos, es mantenerte alejado físicamente de ellos.

El coronavirus nos enseño la fragilidad con la que se vive todos los días, nos mostró la realidad de nuestros sistemas y lo insostenibles que son, evidenció la desigualdad económica, la falta de acceso a agua potable, la violencia doméstica, y la escasez de recursos, pero también nos recordó la importancia de la educación, la valentía de los trabajadores que arriesgan su vida para salvar las nuestras, la relevancia de empleos poco reconocidos como el servicio que imparte el recolector de basura, los cajeros en los supermercados, taxistas y muchas otras profesiones de primera necesidad, pero sobre todo por primera vez encontramos, que el bienestar colectivo puede interponerse al interés individual.

Y es este último punto el que necesita arraigarse a nuestro ser cuando todo esto acabe, después de esta crisis el mundo tendrá la oportunidad de reinventarse, de crear nuevos sistemas, de repensar la desigualdad social, de entender que mi bienestar no puede estar en contra de los intereses colectivos, de velar por la innovación cívica, de lidiar con los problemas de una nueva forma.

Esta pandemia es un nuevo punto de partida, como sociedad es imperativo entender que no tenemos que resurgir más inteligentes, productivos o ejercitados, pero sí más humanos.

Esta pandemia es un repensar para todos, es preguntarnos las causas por las que no todos los ciudadanos pudieron resguardarse en sus casas, es cuestionar la falta de acceso a agua potable, es imaginar la capacidad que tuvo el mundo en parar tanto consumo y de esta manera parar de creer y empezar a crear un mundo mejor.

Un mundo mejor en donde todos podamos ser los héroes y heroínas de nuestra propia historia, en dónde la división de partidos políticos sea en las urnas, un lugar en el cual todas las creencias sean respetadas, en donde prevalezca la bondad, solidaridad, fe y esperanza. Un planeta mucho más sustentable e inclusivo, donde no nos de miedo salir a la calle, donde alcemos la voz por los y las que hoy no pudieron hacerlo, en donde la vocación de servicio no sea únicamente reconocida con aplausos en tiempos de crisis, pero con leyes que garanticen el bienestar laboral, un mundo en el cual sepas el valor de los maestros, recolectores de basura, cajeros, taxistas y más.

El coronavirus creo un mundo lleno de cambios en los últimos meses y esperamos siga haciéndolo en los que vienen, comprendiendo que el distanciamiento físico que se ha vivido es la oportunidad para crear un mundo en donde el bienestar colectivo vaya antes del interés individual.

Esta pandemia es un nuevo punto de partida, como sociedad es imperativo entender que no tenemos que resurgir más inteligentes, productivos o ejercitados, pero si más humanos.
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