La brecha de género es un tema de niñas

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Grupo de chicas recostadas en el piso en forma de círculo, rodeando una polera con el logo de AMUJI Chile.

Comúnmente se habla de brecha de género como si se tratara de un tema focalizado en la edad adulta: brecha de género aplicada en resultados de las pruebas de ingreso universitario, brecha de género en carreras STEM (Sigla en inglés de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemática), brecha de género en áreas laborales de alto mando o gerencia, brecha de género salarial y así, infinitamente. La brecha de género existe en la vida adulta, sí, y es compleja y quizás mucho más concreta y visible que en la infancia y adolescencia pero ¿qué es realmente la brecha de género? ¿qué la produce? ¿cuándo inicia?

La brecha de género es, en simples palabras, la diferencia que existe entre hombres y mujeres respecto a un tema, casi siempre los puntos de análisis son resultados en pruebas estandarizadas, cuotas femeninas en áreas masculinizadas, entre otros.

¿Toda diferencia entre hombres y mujeres es brecha de género? No. La brecha de género se produce por una diferencia de oportunidades o por estereotipos ligados al género. Por ejemplo, ideas como que “las mujeres no son buenas liderando” podrían ser una causa de la alta brecha de género en cargos de alta dirección.

Entendiendo esto, se podría decir que la brecha de género es una consecuencia de los estereotipos que se mantienen en la sociedad, en los que se predisponen ciertos roles a los hombres y otros roles para las mujeres, basándose únicamente en el género.

Entonces, si el problema está en nuestro subconsciente comunitario, de forma innata y casi inevitable, ¿cuándo inicia la brecha de género? ¿Siempre está ahí? ¿Nacemos con ella?

La mayoría de las iniciativas que buscan reducir esta brecha se enfocan en mostrar referentes femeninos que estudien carreras usualmente ligadas a lo masculino, buscando que las niñas se definan por elegir carreras alusivas a la ciencia, la tecnología, la ingeniería y la matemática. Es decir, se utiliza la imagen de mujeres adultas exitosas para que las niñas se inspiren en ellas para definir sus posibles metas.

Pero los datos muestran que esta dinámica no es lo suficientemente efectiva. ¿Será que esta solución está llegando tarde?

Analizándolo estadísticamente, la brecha de género en Chile (país en el que vivo) inicia en Cuarto Básico, cuando los estudiantes tienen entre ocho y nueve años.

Esto según una comparación, realizada por la Universidad de Chile, entre los resultados SIMCE de niños y niñas en la prueba de matemática desde segundo básico hasta segundo medio, donde se visualiza que en segundo básico los resultados son parejos entre ambos sexos, mientras que en cuarto básico se produce una baja en los puntajes femeninos que inicia una brecha entre géneros que se acrecenta a medida que avanza el nivel escolar.

Otro análisis de la BBC, menciona que a nivel mundial “Si tomas a niñas y niños que tienen un rendimiento similar en matemáticas, ellas serán mucho más propensas que los varones a pensar que tienen un mal desempeño”.

¿Son, realmente, las niñas peores que los niños en matemáticas? ¿O sus resultados disminuyen porque creen que lo son? Esta segunda opción, es la que se acoge mayormente en los estudios: las niñas internalizan la idea de que son malas para matemática y buenas para lenguaje, desistiendo de intentar buenos resultados en lo que creen ser malas y buscando resaltar en la materia en que, en teoría, deberían ser buenas.

Así es como una sociedad con pensamientos poco equitativos para hombres y mujeres, termina por contaminar las expectativas de las niñas respecto a su desempeño, lo que limita sus sueños y, más tarde, sus oportunidades.

Nos pasamos la vida cuestionando a las mujeres adultas por no elegir carreras de ciencia, tecnología, ingeniería, investigación; cuando desde niñas les hemos hecho creer que son malas para la materia básica de todo eso: la matemática.

La UNESCO declaró en 2016: “niños y niñas ingresan al sistema educativo con las mismas capacidades”. Nos queda como sociedad entender que eso no cambiará, pues las capacidades no son algo ligado al género.

Nos falta entender la brecha de género, cómo funciona, cómo la producimos y cuándo inicia: sólo entonces, entenderemos que la clave para reducirla son los niños y niñas y el cómo los estamos criando. Entenderemos que ambos pueden brillar de igual forma. Y que, así como los niños están brillando, es necesario que las niñas tengan igualdad de oportunidades para hacerlo.

Por eso, la brecha de género es un tema de niñas: para reducirla sólo debemos entregarles herramientas, visibilización y protagonismo. Debemos permitirles soñar libremente, pues niñas con sueños se convierten en mujeres con visión.

Sobre mí

Me llamo Valentina, pero me conocen como @chica.rosadita en redes sociales, tengo 17 años y soy activista chilena por la equidad de género. Siempre me llamó la atención la ciencia, la matemática y la investigación, por lo que a los 12 años me uní a un equipo de robótica y a los 14 me especialicé en el área de programación en un curso de la Universidad de Chile.

En 2018 representé a Chile en la competencia internacional de robótica educativa First LEGO League, siendo el primer equipo sólo de mujeres en llegar a esa instancia, lo que me hizo vislumbrar la gran discriminación y menosprecio que ocurre hacia las mujeres y niñas en estas áreas, pero al momento de buscar espacios de activismo y redes de apoyo al respecto me encontré con que, en ese entonces, ningún voluntariado aceptaba menores de edad como voluntarias, embajadoras o mentoras: nosotras, las niñas, siempre éramos el público objetivo, la usuaria. Pero no es eso lo que necesitamos, no necesitamos ser las usuarias, necesitamos ser las desarrolladoras, las organizadoras, las voceras: las protagonistas.

Es entonces cuando junto a dos compañeras, Maira y Constanza, fundamos AMUJI Chile: una organización sin fines de lucro que busca reducir la brecha de género, desde la escolaridad y mediante un voluntariado “de niñas para niñas”. Se busca que sean las mismas chicas quienes gestionen actividades hacia sus pares, dando un protagonismo efectivo y un espacio seguro, en el que nunca se es demasiado joven para mejorar el mundo.

AMUJI ahora cuenta con más de 25 voluntarias en lo que lleva el ciclo 2020 y ha generado iniciativas enriquecedoras como cursos gratuitos de programación en Java, recorridos con enfoque de género por museos de ciencia, tecnología e innovación, una plataforma de aprendizaje alternativo (Amujipedia), entre otros. De
hecho, el 81,6% de las mujeres menores de edad que viven una experiencia AMUJI dicen querer dedicarse a un área con brecha de género alta y de ellas, aproximadamente el 19% no lo veía como una posibilidad real antes de asistir a la actividad. Desde la creación de AMUJI hasta hoy, es difícil de creer, pero ya se ha generado un impacto considerable y el argumento principal se ha puesto en la mesa: la brecha de género es un tema de niñas.

Hoy soy embajadora de organizaciones como Ashoka, Inspiring Girls y Defensoría de la Niñez (Chile), y algunas de ellas antes no contaban con embajadoras menores de edad.

*Para más información sobre AMUJI Chile, les invito a seguirnos en instagram: @amuji.chile.

La brecha de género es un tema de niñas: para reducirla sólo debemos entregarles herramientas, visibilización y protagonismo. Debemos permitirles soñar libremente, pues niñas con sueños se convierten en mujeres con visión.
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