Hace cuatro meses, quizás cinco, creo que ya perdí la noción del tiempo, en la plenitud del siglo XXI, cuando nadie lo creía posible el mundo se encuentra “encuarentenado”, un término un poco extraño para esta época ¿no?- Dicho esto, voy a comenzar a escribir la experiencia de a travesar una pandemia-.
En este tiempo he podido observar diversas problemáticas que se encontraban dominando a mi país de una manera impensable, juro que me he sentido una idiota por no haber notado esto, mi patria ha sido tomada por la pobreza, la decadencia del nivel educativo, riesgos en la economía, y lo más grave, la crisis en el sistema sanitario.
Argentina garantiza el derecho de acceder a una educación pública y gratuita, sin embargo hoy 1 de cada 5 escuelas tienen clases por videoconferencia ¿qué pasa con las demás instituciones?, más de la mitad de la población abandonó el sistema educativo, por lo que se espera un gran déficit de aprendizajes. ¿Es este el futuro que queremos?
Así como a la educación, el Estado Nacional brinda a los ciudadanos el mismo derecho de acceder al sistema de salud, pero la realidad del sistema de este no es la que se informa, el escenario epidemiológico de COVID-19 dejo al descubierto su insuficiencia.
¿Y si hablamos de lo social? Voy a centrarme en dos puntos importantes que hoy hacen ruido entre los jóvenes, aumento de femicidios, uno cada 31 horas; aumento del índice de pobreza e indigencia, las familias no logran cubrir la canasta básica alimentaria.
Indignación, frustración y tristeza, estoy de duelo, mi tierra se está destruyendo, entre un respiro y un suspiro trato de imaginar un mundo distinto. Donde la vida sea intocable y la moral nos salve, donde la única epidemia sea la del amor y que el único virus que nos invada sea el de la paz.
