Carta a las maestras durante la pandemia

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Foto de dos maestras después de dar su clase juntas

A todxs lxs maestrxs que están manteniendo la escuela viva durante esta pandemia y, especialmente, para mis amigas y compañeras maestras con las cuales trabajo todos los días, tienen mi admiración total.

Cuando empezó esta pandemia, sentí como si me movieran el piso, ya no había tierra firme y estaba balanceándome para tratar de encontrar un poco de equilibrio. Francamente, una de las cosas que más me preocupaban (y me imagino que a ti también) era que de pronto ya no podía ver a mis estudiantes. Por un momento breve, en lo que nos adaptábamos a la nueva forma de trabajar, no pude ver a mis estudiantes ni hablar con ellxs. Dedicaba mucho tiempo a pensar cómo estaban llevando la pandemia, qué pensaban y sentían, si extrañaban a sus amigxs y a la escuela en general.

Después empezamos las clases en línea. Y ¿qué te digo? Como sabes ¡fue una locura! Sé que de pronto tuviste que adaptarte a nuevas herramientas, que migraste tu salón de clases presencial a uno virtual, que buscaste por horas en sitios educativos distintas estrategias para enganchar a tus alumnxs a través de la pantalla. Sé que te preocupaba que les fueran a aburrir tus clases, por lo que tuviste que utilizar hasta el último miligramo de creatividad que tienes en tu ser para verlxs aprender y sonreír.

También sé que, en algunas ocasiones, tuviste que quedarte después de clases para escuchar lo que les preocupaba a tus estudiantes o a sus papás, porque una maestra no sólo enseña, sino que también acompaña. Sé que a veces te pones nerviosa porque ahora tus clases son abiertas al público y todxs tienen opiniones diferentes sobre cómo darla.

Sé que a veces te cansas de todo en lo que tienes que estar: que tus estudiantes aprendan, que se desarrollen integralmente, que disfruten las clases, que se sientan vistxs y escuchadxs, que lxs papxs estén cómodxs, que cumplas con las evaluaciones y demás trabajo administrativo, que trabajes bien con las demás personas de tu equipo, más tu lista de preocupaciones personales.

Sin embargo, yo quiero decirte que te veo y te aplaudo. Veo todo el esfuerzo que haces. Me impresionan tus ganas y compromiso con el desarrollo de tus estudiantes. Aplaudo tu esfuerzo por hacer tus clases divertidas y fructíferas. Admiro el trabajo personal que haces para poder darle a tus niñxs un espacio seguro en el cual expresarse. Veo el talento que tienes para estar frente a grupo y también la práctica que le pones a lo que te cuesta trabajo. Me doy cuenta de toda la chamba que hay detrás de preparar una sola clase. Y, sobre todo, admiro el cariño con el que haces tu trabajo, pues eso es lo más importante.

Quiero decirte que a pesar de que nuestra tarea se ve complicada, me parece un gran privilegio el que nosotras seamos una pieza clave para sacar la educación adelante (al menos la educación formal). Es cierto que nuestrxs estudiantes son lo más importante en el proceso de enseñanza-aprendizaje, sin embargo, si nosotras no estamos bien, ellxs tampoco lo estarán. Así que cuídate, reconoce el gran trabajo que haces y sigue sacando adelante a las futuras generaciones.

 

Cuando te sientas rebasada, cansada o desanimada, te recomiendo que busques a amigxs maestrxs que sepan la labor tan grande y retadora que estás haciendo, pues mis amigas del trabajo me han ayudado a mantenerme cuerda en toda esta transición que está viviendo el sector educativo. Y si no se te ocurre con quién puedes hablar, aquí tienes a una compañera que sabe por lo que estás pasando y te apoya totalmente.

Te agradezco infinitamente por tu trabajo.

-Andrea

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Dos maestras felices.
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