Arquitectos de Esquipulas III

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A man squats down on the floor to write some text.

Aquel histórico 7 de agosto de 1987, una radiante luz de esperanza iluminaba los verdes patios de la ciudad de Esquipulas, Guatemala. Con las puertas cerradas, en un seminario de clausura donde, por ley, solo reyes y presidentes podían entrar, se encontraban cinco hermanos centroamericanos preocupados por la forma en que sus países se desangraban lentamente y que habían acordado sentarse a dialogar hasta que se reconociera el camino definitivo para sanar aquellas heridas abiertas: la Paz.

En los bolígrafos de cada presidente centroamericano se hallaba representado el anhelo de pacificación de millones de habitantes, cansados de ver morir a sus inocentes hermanos por causa de una era de represiones militares y disputas hegemónicas extranjeras. La presión y la oposición por hallarse aquel día reunidos amenazaba con dilatar el sufrimiento de sus pueblos, pero tuvo mayor valor el compromiso del presidente Vinicio Cerezo de Guatemala, José Azcona del Hoyo de Honduras, José Napoleón Duarte de El Salvador, Daniel Ortega de Nicaragua y Óscar Arias de Costa Rica por forjar un destino de paz para Centroamérica. Ese día se produjo un hito, de esos que solo se presencian una vez en la vida, se creó el Procedimiento para Establecer la Paz Firme y Duradera en Centroamérica, se firmaron los Acuerdos de Esquipulas II.

Esquipulas II fue un punto de inflexión en la historia centroamericana, con el precedente histórico de Esquipulas I en 1986, debido a que se marcó una divergencia entre un pasado representado por la década oscura de los conflictos civiles, militares y confrontaciones armadas que arrebató los sueños y aspiraciones de miles de personas, y un futuro en la manifestación de las sólidas convicciones de construir la paz y llevar el desarrollo sostenible a nuestros pueblos, que inspiraron posteriormente la firma del Protocolo de Tegucigalpa a la Carta de la Organización de Estados Centroamericanos el 13 de diciembre de 1991, donde se constituye el Sistema de la Integración Centroamericana (SICA) como marco institucional vigente de la integración de los países de Centroamérica.

Dados esos antecedentes, pero sobre todo en el marco del cercano homenaje a la firma de laCarta de San Salvador el 14 de octubre de 1951 –bautizado como el Día de la Integración Centroamericana– y la conmemoración de los 30 años de la firma de Esquipulas II, resulta imperante hacer una reflexión prospectiva sobre nuestra responsabilidad histórica, como ciudadanos centroamericanos, en consolidarnos como los arquitectos de la Centroamérica que siempre hemos deseado.

Desde mi punto de vista, la realidad de la región demanda nuevos planteamientos y respuestas ante problemáticas que frenan el dinamismo económico y social de nuestros países, por tanto, implica necesariamente una resignificación del espíritu de Esquipulas II y orientarlo a la formulación de un futuro Acuerdo de Esquipulas III, donde el órgano supremo de decisión política del SICA, laReunión de Jefes de Estado y de Gobierno de los Países Miembros del SICA focalice el accionar regional sobre tres elementos fundamentales que potencializan el alcance del proceso de integración hacia la ciudadanía centroamericana, llevándolo a otro nivel de protagonismo y acción dentro de la región. Tales puntos son:

1. Integración para Todas y Todos.

En el preámbulo de Esquipulas II se plasmó una declaración impresionante, los presidentes centroamericanos habían decidido: “Dedicar a las juventudes de América Central, cuyas legítimas aspiraciones de paz y justicia social, de libertad y reconciliación, han sido frustradas durante muchas generaciones, estos esfuerzos de paz”. Es decir, particularmente nosotros, la juventud centroamericana, somos los legítimos herederos de Esquipulas y los llamados a construir una Centroamérica renovada como fundamento de un Esquipulas III, incluyente para todos los sectores de población en vulnerabilidad social, sean mujeres, jóvenes, ciudadanos de las zonas rurales, población indígena y afrodescendiente y personas con capacidades especiales. Para ello se requiere el esfuerzo de diálogo político que permita la adecuada representatividad y participación de todas estas fuerzas vivas dentro de los órganos de participación de la sociedad civil del SICA, así como el compromiso de velar por el eficaz alcance de las políticas públicas regionales hacia estos colectivos.

2. Construir caminos hacia el Desarrollo Sostenible.

Centroamérica fue pionera en el mundo al definir en la década de los 90, su propio concepto del desarrollo sostenible para la región y su esencia encuentra diversas manifestaciones dentro del ordenamiento jurídico comunitario centroamericano, tales como:

a. La promoción armónica y equilibrada del desarrollo social y cultural en la región constituyen una importante deuda intergeneracional desde su definición como uno de los principios fundamentales del SICA, conforme al Artículo 3 del Protocolo de Tegucigalpa.

b. El acceso a la educación, el respeto a la pluralidad cultural y la diversidad étnica como elementos indispensables para el mejoramiento de la vida humana y, por ende, como pilares esenciales para alcanzar el desarrollo sostenible como lo establece la Alianza para el Desarrollo Sostenible (ALIDES).

c. Dichos componentes gravitan en torno al enfoque del ser humano como centro del desarrollo y es retomado en forma definitiva en el Artículo 6 del Tratado de la Integración Social Centroamericana (TISCA).

d. La configuración per se de los cinco pilares prioritarios del SICA a raíz del proceso de relanzamiento de la integración centroamericana en la Cumbre Extraordinaria de Presidentes de julio del 2010, cuyos elementos trascendentales permanecen vigentes hasta la fecha.

En ese marco y mediante la aprobación de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas en septiembre del 2015; se instruyó en la Declaración de Roatán, emanada de la XLVII Reunión de Jefes de Estado y de Gobierno del SICA, a que el Consejo de Ministros de Relaciones Exteriores elabore una Agenda Estratégica Priorizada del SICA teniendo como referente la Agenda 2030 y dinamizar los esfuerzos regionales para que ejerzan su rol complementario frente a los planes nacionales de desarrollo de los países para la incorporación y el alcance de los 17 ODS. En tal sentido, para que construyamos Esquipulas III la institucionalidad regional debe tener claridad sobre la totalidad de bienes públicos regionales existentes, una consensuada definición de estos y una serie de indicadores regionales que permitan cuantificar la incidencia de dichos instrumentos en el alcance de los ODS. De esa forma, resulta factible reasumir su rol como plataforma regional complementaria que facilite y viabilice los esfuerzos nacionales en el alcance del desarrollo sostenible para Centroamérica.

3. Consolidación del andamiaje institucional y focalización de esfuerzos.

La institucionalidad regional ha experimentado dos factores que dificultan su efectiva coordinación intersectorial para el alcance de los objetivos de la integración:

a. La dispersión institucional, en el sentido de la dificultad en propiciar una eficaz coordinación interinstitucional entre distintas instancias del SICA, ya sea por una falta de acercamiento e identificación de puntos confluentes en las agendas o por un desconocimiento básico de la existencia de dichas instancias dentro del marco regional.

b. La falta de homogeneidad en las instituciones nacionales para atender los compromisos de los órganos del SICA; dado que no todos los países cuentan con una cartera de Estado o Secretaría especializada en los ámbitos que la integración aborda; por ello, las configuraciones de determinados Consejos de Ministros dificultan el adecuado seguimiento a los temas planteado en la agenda por la variabilidad de sus integrantes.

En ese sentido, y en alineación al espíritu del Protocolo de Tegucigalpa, se deben fortalecer los esfuerzos de coordinación a lo interno del SICA y por parte de los países, crear mecanismos efectivos de delegación de representatividad nacional permanente frente a los compromisos adquiridos regionalmente.

En síntesis, Esquipulas II dibujó el camino hacia la paz, pero es nuestra responsabilidad como sus legítimos herederos velar por la erradicación de las causas estructurales que desataron aquellos conflictos bélicos: la pobreza, la desigualdad de la riqueza, la falta de democracia y la exclusión social. Encarnar que el anhelo de constituir Centroamérica como una región de Paz, Libertad, Democracia y Desarrollo no es un discurso vacío.

Creo fielmente en que la juventud centroamericana posee la capacidad de determinar la Centroamérica que se merece. Así se encuentra planteado vastamente en sus fundamentos jurídicos, entonces ahora es la perfecta oportunidad para hacerlo realidad.

Pienso que volveremos a presenciar un hito, dándole a algunos el privilegio de haber presenciado tres en lo largo de su vida. Confío en la apertura de la institucionalidad regional para propiciar la participación política de la sociedad civil representada regionalmente y devolver el poder de decisión hasta ahora centralizado en los ámbitos políticos y técnicos a sus verdaderos propietarios: los ciudadanos centroamericanos.

Reitero. Tengo fe en Esquipulas III.

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